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De impulsivos a estratégicos: así cambia tu cerebro al tomar decisiones

  • Foto del escritor: Redacción Qhali
    Redacción Qhali
  • 10 abr
  • 2 Min. de lectura
  • La madurez cerebral y la experiencia reducen el “ruido de decisión”, permitiéndonos evaluar mejor los riesgos y beneficios de nuestras elecciones cotidianas.

Madurez
Foto:Freepik


Tomar decisiones es una actividad constante y esencial en la vida: desde elegir qué desayunar hasta definir el rumbo profesional o una relación afectiva. Sin embargo, no siempre decidimos con claridad, y la calidad de nuestras decisiones varía significativamente según la etapa de vida en la que nos encontremos.


Durante la adolescencia, por ejemplo, las decisiones suelen ser impulsivas, inestables y emocionalmente cargadas. En la adultez, en cambio, se tornan más organizadas y racionales. ¿A qué se debe esta transformación? La clave está en el desarrollo del cerebro y en la experiencia acumulada.


Adolescencia: entre el impulso y el aprendizaje


La adolescencia es una etapa marcada por un acelerado desarrollo cerebral y por la búsqueda de autonomía. En este periodo, las decisiones tienden a ser más erráticas, lo cual está directamente relacionado con un concepto conocido como "ruido de decisión": una variabilidad en las elecciones que puede llevar a resultados poco acertados.


Este ruido se debe, en parte, a que el cerebro adolescente aún está en construcción, especialmente la corteza prefrontal, encargada del control de impulsos, la planificación y la toma de decisiones. Como los recursos cognitivos son limitados, los adolescentes suelen optar por soluciones rápidas, simples y emocionales, lo que puede traducirse en decisiones precipitadas.


Factores emocionales y sociales —como la presión del entorno o la búsqueda de gratificación inmediata— también inciden en esta etapa. No obstante, esta tendencia al riesgo y a la exploración cumple una función evolutiva: facilita el aprendizaje y la adaptación a un mundo complejo y cambiante. Aun así, los errores en esta etapa son frecuentes y suelen tener consecuencias que, en la adultez, podrían haberse evitado.


Adultez: cuando la experiencia y el cerebro afinan la elección


A medida que envejecemos, la calidad de nuestras decisiones mejora. El ruido de decisión disminuye y las acciones se vuelven más consistentes, gracias a una mayor capacidad para procesar información, evaluar riesgos y planificar a largo plazo.


Esta mejora se relaciona con la maduración completa de la corteza prefrontal, que potencia funciones como la inhibición de impulsos y la evaluación racional de escenarios. Además, los adultos cuentan con un “archivo mental” alimentado por experiencias pasadas, lo que permite aplicar estrategias más complejas y efectivas frente a nuevos desafíos.


La flexibilidad cognitiva —la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas— también se fortalece con la edad. Esto permite que, ante un conflicto, el adulto no solo considere opciones diversas, sino que también evalúe con mayor objetividad los pros y contras de cada camino posible.


Al equilibrar mejor la razón con la emoción, las personas adultas logran decisiones más estables, especialmente en áreas clave como el trabajo, las finanzas y las relaciones personales.


Entender cómo y por qué cambia nuestra forma de decidir a lo largo del tiempo nos ayuda a ser más conscientes de nuestros procesos mentales. Si bien es natural cometer errores en la adolescencia, la adultez trae consigo herramientas cognitivas y emocionales que permiten decisiones más reflexivas, adaptativas y alineadas con nuestros objetivos a largo plazo.

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