El síndrome del impostor: la lucha interna de las mujeres jóvenes
- Deborah Astengo
- 7 feb
- 3 Min. de lectura
El síndrome del impostor afecta especialmente a mujeres jóvenes en sus etapas académicas y profesionales, generando dudas sobre sus capacidades.

En pleno siglo XXI, un fenómeno silencioso afecta a muchas mujeres jóvenes: el síndrome del impostor. Esa sensación de no merecer los logros obtenidos, esa creencia de que todo ha sido fruto de la suerte o el azar, incluso cuando las pruebas de su competencia están al alcance de la mano. La ciencia confirma que esta sensación no es rara.
Según la International Journal of Behavioral Science, el 70% de las personas lo experimentarán en algún momento de sus vidas, pero las mujeres, debido a los estereotipos de género y las expectativas sociales, suelen ser más vulnerables.
El origen del síndrome del impostor
El término “síndrome del impostor” fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Clance e Imes. Según ellas, quienes lo experimentan tienden a restablecer valor a sus logros, atribuyéndolos a factores externos como la suerte o incluso el error. Este fenómeno, en el caso de las mujeres jóvenes, puede desencadenar una serie de efectos negativos como ansiedad, estrés y una autoestima mermada.
Shirley Gómez, psicóloga peruana, reflexiona sobre este tema y señala: “El síndrome del impostor no discrimina, pero en mujeres jóvenes se vuelve más frecuente debido a las presiones sociales y la constante necesidad de demostrar su valor”. Y es que las expectativas sociales, que desde temprana edad subestiman sus habilidades, son un factor decisivo en el desarrollo de este síndrome.
Factores que alimentan el síndrome del impostor
Los factores que alimentan este sentimiento son varios. Por un lado, el perfeccionismo, esa necesidad de ser siempre las mejores en todo, crea una constante sensación de insuficiencia. Por otro, la falta de representación femenina en campos dominados por hombres, como las ciencias o la tecnología, hace que muchos jóvenes sientan que no tienen un lugar en esos espacios. Como si sus logros no fueron completamente válidos en un mundo que aún tiene muchas estructuras de poder masculino.
Entonces, ¿cómo se puede superar esta sensación de ser un “fraude”? Shirley Gómez propone varios pasos prácticos para las mujeres que desean sanar esta batalla interna. “Reconocer los propios logros es fundamental. Llevar un registro de las metas alcanzadas y los elogios recibidos es un buen punto de partida”, comenta. Además, practique la gratitud y el autoconocimiento, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), son herramientas efectivas para mejorar el bienestar emocional.
El apoyo externo también juega un papel clave. Hablar con un mentor o terapeuta puede ayudar a poner en perspectiva estos sentimientos. “Compartir tus preocupaciones con otras personas que hayan pasado por lo mismo puede ayudar a normalizar el sentimiento y darte una nueva perspectiva”, agrega la psicóloga. También es importante aprender a aceptar los cumplidos sin restablecerles valor. No hay nada de malo en reconocer que los elogios son un reflejo del esfuerzo y talento propios.
El camino hacia la confianza
Además, la autocompasión, algo tan simple como ser amable con uno mismo, puede ser transformadora. Según un estudio de Harvard Health Publishing, practicar la autocompasión no solo disminuye el estrés, sino que también aumenta la aceptación personal. Y, por supuesto, es esencial desafiar ese pensamiento negativo que constantemente te hace sentir como una impostora. “Cuestionar las creencias que te hacen sentir un fraude es clave. Enfócate en tus fortalezas y éxitos reales”, sugiere Gómez.
Aunque el camino hacia la confianza y la autoaceptación no es sencillo ni rápido, es un proceso posible de recorrer. Como concluye la psicóloga: “Las mujeres deben recordar que sus logros no son casualidades, sino el fruto de su esfuerzo y dedicación”. Aceptar el síndrome del impostor y afrontarlo es un paso crucial para liberar el verdadero potencial de las mujeres jóvenes, permitiéndoles florecer en todos los aspectos de sus vidas.
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