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Torturado por mi mente: ¿Cómo es vivir con TOC? | CRÓNICA

  • El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es un tema profundo y delicado, por lo que la persona que escribió la crónica prefirió mantenerse en anónimo.

Todo empieza cuando menos lo esperas y fue en mi niñez cuando aparecieron las primeras señales de que algo no estaba bien. Como todo niño, las películas de miedo siempre me generaron un gran rechazo, no solo porque no me gustaba asustarme, sino por el tiempo que me duraban las pesadillas y el miedo a la noche.


Lamentablemente para mi, cuando ya superaba el miedo de la última película de terror, siempre me sentía con ganas de ver otra por la adrenalina que me generaba. En fin, todo era un círculo vicioso interminable. Recuerdo todavía lo que era dormir después de ver una de esas películas, necesitaba tener la puerta de mi cuarto entrecerrada para poder ver que nada me este mirando, tenía que estar durmiendo inclinado hacia la puerta y no cerrar los ojos hasta que el cansancio ya no me permitiera estar despierto, el miedo y la autosugestión me hacían escuchar sonidos que solamente estaban en mi cabeza, yo vivía en mi propia película de terror.


Por fortuna, este miedo poco a poco se fue disipando con la edad, pero no desapareció por completo. Esos terrores nocturnos que podían durar hasta un mes, disminuyeron a pocas semanas al pasar los años. Fue así como yo pensé que al fin iba a poder dormir en paz, pero para mi suerte no fue así.


A la edad de 14 años, en el mes de julio, me iba a ir de viaje a la ciudad de Cuzco con mi familia. Estaba emocionado, como siempre antes de cualquier viaje, entonces intenté irme a dormir temprano. Lo que pasó luego lo recuerdo claramente, porque creo que fue el primer momento cuando sentí que algo en mi mente comenzó a fallar. Mientras dormía me comenzaron a inundar pensamientos, que recuerdo que se relacionaban al roce de mis manos, de mis dedos, de mi cuerpo con la ropa y con las sábanas; pensamientos que me decían que eso no me debería gustar porque no es algo natural del cuerpo. Lo sé, son pensamientos absurdos y sin fundamento, pero mi mente me convenció que eran reales y debía hacer algo al respecto para que ese roce no vuelva a suceder nunca más. Fue una de las noches más difíciles y a la vez extrañas que había tenido, no había logrado dormir ni un minuto por pensar en cosas que, conscientemente, yo sabía que no tenían sentido pero no podía quitar de mi cabeza.


En fin, había llegado la hora de salir hacia el aeropuerto y yo supuse que lo peor ya había pasado, que era algo de ese día y que iba a pasar cuando esté distraído. Una vez más, eso no fue así y terminó en ser algo que me afectaría hasta el día de hoy. Cuando llegamos a la ciudad de Cuzco logré olvidarme un poco de esos pensamientos incontrolables, hasta cierto punto, pero a la hora de dormir una vez más regresaron a mi. Por simple suerte o por agotamiento, pude cerrar mis ojos y dormir. Siempre me he pregunto qué pudo haber detonado esos pensamientos, mi mejor idea fue que era porque mis padres no hicieron más que pelearse en todo el viaje y ya me había dado cuenta que su relación no iba a durar mucho más, no era la primera vez que pasaba. Fue ese viaje y esa tortuosa noche la que empezó todo.



Fue hace alrededor de 5 años, cuando estaba a punto de dormir que los pensamientos compulsivos cambiaron, el roce había pasado a segundo plano y ahora mi mente había decidido que no me gustaba que mi boca trague saliva de manera automática, como si tuviera que tener mi permiso para hacerlo. Estos tipos de pensamiento siempre empezaban antes de dormir porque yo siempre recapitulo mi día y es cuando me pongo a imaginarme cualquier cosa, lo primero que se me viniera a la mente, lamentablemente lo primero que me imagine ese día fue eso.


Entonces, una vez más, no podía dormir por no poder dejar de pensar en eso. Me sentía furioso, no podía creer que todo haya empeorado y que una vez más el día del viaje a Cuzco se estaba repitiendo. Pensé en que lo mejor hubiera sido irme a dormir a la sala, en el sofá. Quizás cambiar de ambiente me podría ayudar. Entonces fue lo que hice, mi mamá se dio cuenta y cuando le intente explicar no hizo mas que pensar que estaba estresado por el colegio, entonces me prendió la televisión y me dijo que me distraiga para poder dormir. Mi mamá sin entender que me pasaba, acertó y dormí como un bebé esa noche.


Todavía no me había dado cuenta que esto no era normal. Yo iba al día siguiente al colegio, algunos días pensando estas cosas todo el día y otros días vivía mi vida normal. Estos dos momentos fueron las primeras señales y ambas se definen en una misma idea, mi cuerpo rechaza el funcionamiento automático de mi cuerpo porque necesita tener el control. Yo, al ser un adolescente, ignoraba el problema e intentaba seguir mi vida con normalidad. Pero este problema psicológico que me atormentaba no quería parar de hacerme la vida imposible.


 Un día, mi abuela nos invitó a su casa en familia, era una noche como cualquier otra hasta que comenzó a hablar de la vez que a ella y a su amiga les dio cáncer. Yo escuchaba, atento y con normalidad, pero hubo algo que dijo que me afectó. Contó que a su amiga y a ella les había dado cáncer por miedo a tenerlo, habían deseado tanto que no les pasara que les pasó. Yo, incrédulo, creí que eso era posible y que también me podría pasar a mi. De esta manera, se añadió un nuevo pensamiento compulsivo a la mezcla, pero este pensamiento fue, hasta ese momento, el peor.


Estuve meses, hasta un año, pensando en que me podía dar cáncer. Los pensamientos y la ansiedad llegaron a ser tan fuertes que me dolía el estómago como si me hubiera golpeado, esto era casi todos los días en ese lapso de tiempo. Casi me convenzo de que ya me había dado por el dolor que sentía, pero hubieron unos pocos días en que, sin darme cuenta, pude ignorar esos pensamientos y el dolor se fue. Desde ese momento supe, esto solo está en mi cabeza pero no sabía qué hacer para que se vaya de una buena vez.


Tomando en cuenta el daño que pensar este tipo de cosas me hacía, más de una vez intente pedir ayuda a mi familia o a mis amigos cercanos. Siempre las respuestas fueron de insinuar que no era nada grave y que deje de pensar en esas cosas para solucionar todo, obviamente eso nunca funcionó. Me di cuenta que no tenía el apoyo de nadie, entonces decidí que esta lucha sería interna y que solo yo me podía ayudar.


Así fue como decidí vivir, pero eso provocó que los pensamientos intrusivos sigan evolucionando. Había dejado de ver películas de terror en mi adolescencia, pero fue alrededor del año 2017 que volví, esto fue porque quería demostrarme a mí mismo que ya no me afectaba tanto como antes. Esta fue otra de las muchas malas decisiones que había tomado en mi vida.



Un día cuando estaba en la casa de mi abuela, ella y yo decidimos ver una película de terror que trataba de la posesión demoníaca de un sacerdote, yo la vi sin ningún problema y no pensé que nada sucedería. Sin embargo, cuando me dio sueño y me quise ir a dormir, no me dejaron de inundar pensamientos de que ahora todos esos demonios que aparecieron en la película me iban a poseer a mi.


Una de mis fobias es vivir algo sobrenatural, me da terror presenciar algo que no pueda explicar, fue así que este nuevo pensamiento fue el que más miedo me dio. Esa noche me dio mi primer ataque de pánico, comencé a sudar frío y a tener alucinaciones, me convencí de que los demonios iban por mi. Los días pasaron y me olvide totalmente de lo que había aprendido: esos pensamientos no eran reales y solo estaban en mi cabeza. Hubo un punto donde tuve tanto miedo que fui a la iglesia solamente para estar cerca a Dios y que no me posea ningún demonio. Así era ser yo, una pelea eterna con mi mente.


Hasta el momento, solo he contado el punto más oscuro de mi vida, pero hace dos años fue cuando al fin todo se iluminó. Conocí y me enamoré de una mujer, que hasta hoy pienso que fue obra del destino que llegara a mi vida, con la que pude contarle mis pensamientos sin que los menospreciara y me dio una solución a mi problema; la ayuda psicológica.


Al principio no le quise hacer caso, pero con el pasar del tiempo me convenció y me atendí con un psiquiatra. Fui a la consulta teniendo pocas esperanzas de que pueda saber que tengo, pero a los 20 minutos de conversar me dijo que yo era un ejemplo claro de una persona con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).


"Estás a salvo, tu mente no puede hacer que te pase nada", fueron sus primeras palabras cuando le comencé a contar mis pensamientos.

Luego, me dijo que tenía que comenzar a medicarme y a hacer terapias para ayudarme a que estos pensamientos no controlen mi mente. Me dio unas pastillas que se llaman Sertralina y me recomendó a una psicoterapeuta especializada en TOC, para que así vaya periódicamente a su consultorio.


Después de que me contara los pasos a seguir sentí el alivio más grande de toda mi vida. Así es como hasta el día de hoy me sigo tratando y mejoro cada día. Este trastorno no tiene solución, pero sí tiene tratamiento y estoy seguro que cualquier persona que pueda estar pasando por algo similar, tiene la fuerza de conseguir la ayuda necesaria, así como yo también lo pude lograr.



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